Liberación energética  

15.11.2022

Donde más sombra hay, es porque tu LUZ estaba a punto de revelarse.

Las sombras disfrazadas son trampas para que no encuentres TU LUZ.

Oración de rescate del Alma perdida y reconexión con la fuente

(Para quien ha perdido claridad tras una falsa guía espiritual o ritual oscuro)

"Llamo a todas las partes de mí que fueron entregadas sin saberlo. A las que fueron engañadas. A las que se alejaron creyendo encontrar la luz y encontraron sombra disfrazada.

Hoy regreso a mí. Hoy recojo lo que me pertenece. Desactivo toda programación implantada por otros.

Cierro toda puerta abierta por error. Y me reconecto con la única fuente real: a la luz de quién me ha creado.

Que todo lo que fui, soy y seré, regrese a mí con claridad, fuerza y conciencia.

Yo Soy mi templo. Yo Soy mi verdad. Y ninguna mentira espiritual volverá a alejarme de mi esencia."

Así fue, así es y así será.

Amén.

Mi viaje personal a través de las tinieblas

No son historias inventadas. Son mi verdad. Una verdad vivida en carne, en alma, en espíritu. 

Hoy comparto este viaje real contigo, no para hablarte desde la herida, sino para acompañarte a encontrar tu herida oculta y no visible para que puedas abrazar tu LUZ.

He atravesado la oscuridad sin mapa, sin guía y muchas veces, sin voz.

Me enfrenté a presencias invisibles, pactos ocultos, traiciones disfrazadas de amor, y experiencias tan intensas que rompieron lo que creía ser.

Son relatos que no cuento para asustar, sino para despertar. Porque hay lugares donde la sombra te busca, solo porque tu luz está a punto de revelarse y es tan intensa que quieren apagarla.

Este viaje por las tinieblas fue mi iniciación. Me transformó, me desgarró y me reconstruyó. Y hoy, lo comparto para que otros puedan reconocerse y no se sientan solas/os y comiencen también su propia liberación. 

Aquí empieza el relato de lo que muchos callan, y de lo que yo decidí transformar para reencontrarme con mi propia luz.

Relato 1: Cuando el guardián vio lo invisible

No hay engaño posible en los ojos de un animal. Ellos no especulan, no imaginan, no proyectan. Ellos sienten. Y cuando sienten miedo, es porque algo está ahí. Porque algo ha entrado.

Aquella noche era aparentemente tranquila. No había ruidos extraños, ni luces apagadas, ni señales físicas que alertaran de peligro. Pero el ambiente estaba denso. Yo lo sentía, aunque aún no sabía de dónde venía. Era como si algo me observara desde algún rincón, pero sin atreverse a mostrarse del todo.

Mi perro, mi compañero fiel, el guardián silencioso de mi hogar y de mi energía, comenzó a comportarse de forma extraña. Primero, quieto, alerta, con el cuerpo en tensión. Luego, un gruñido profundo, desgarrador, como si quisiera advertir a lo invisible que no pasaría. Pero lo más impactante vino después: una agresividad descontrolada. Atacaba al aire. Saltaba hacia la nada. Gruñía con rabia, con miedo, con desesperación. Se lanzaba contra algo que yo no podía ver… pero él sí.

Sus ojos estaban desorbitados. Su cuerpo temblaba. Todo su instinto animal estaba en guerra contra algo que había invadido el espacio. Yo sabía lo que era. No era la primera vez que lo sentía cerca. Pero esta vez lo estaba viendo reflejado en él, en su cuerpo físico, como un espejo absoluto de la presencia que intentaba entrar en mi realidad.

No se trataba de un espíritu cualquiera. Aquello era una presencia destructiva, invasiva, oscura. Y mi perro, sin ego, sin filtro mental ni confusión emocional, lo estaba enfrentando con todo lo que tenía.

Tuve que intervenir con calma, con oración, con firmeza energética. Encendí luz. Toqué tierra. Pedí ayuda. Y sobre todo, me sostuve en mi eje, sin dejar que el miedo me arrastrara. Poco a poco, la energía se retiró. Lo sentí. Como una sombra que se desvanece, no por temor, sino por imposibilidad de seguir alimentándose.

Mi perro cayó agotado. Se tumbó como si hubiera peleado en una batalla. Y en cierta forma, así fue. Fue él quien dio el primer aviso. Fue él quien se enfrentó primero. Fue él quien confirmó que lo que sentía no era paranoia, ni imaginación, sino realidad espiritual pura.

Desde entonces, entendí que los animales no solo son compañía. Son guardianes, canalizadores, protectores. Son capaces de ver lo que otros niegan. Y cuando uno de ellos se enfrenta a la oscuridad… debemos escucharlos, observarlos, y sobre todo: creerles.